La entrada del primer ferrocarril en Cuba en 1837 resultó un adelanto para la época, tanto para la industria azucarera, como para el servicio de transporte de la población. Es por eso que entre 1820 y 1840 nuevos avances técnicos se produjeron para lograr mayores rendimientos en la industria azucarera.
Estos avances fueron desde el empleo de la máquina de vapor, hasta la incorporación de las esteras móviles para la conducción de las cañas hacia el molino de los ingenios y la instalación desde 1843 de los trenes Derosne o Rillieux.
En 1839 el Gobierno General había concedido el permiso para la construcción del ferrocarril matancero. La obra se inició en los primeros meses de 1842 y concluyó en agosto de 1843. Entonces la línea sólo llegaba hasta el puente de Buey Vaca y fue cubierta por la locomotora La Junta, que actualmente se conserva en la Estación Central de Ferrocarriles de La Habana.
Entre los accionistas del Ferrocarril de Matanzas a Sabanilla (así se llamó este primer ferrocarril) se contaban varios hacendados con importantes propiedades en la jurisdicción, entre otros los Alfonso, los Aldama y Francisco de la O García quien fue su primer presidente.
El trazado no se hizo en línea recta con Sabanilla, sino que se desvió al este con el objetivo de alcanzar el caserío y partido de Guanábana por constituir el mismo uno de los más descollantes centros azucareros de la jurisdicción. A este punto llegó el ferrocarril el 22 de octubre de 1843 coincidiendo con los preparativos de la zafra de ese año.
El 1 de noviembre de 1843 quedó inaugurado el camino de hierro que unía a Matanzas con el poblado de Guanábana.
El 25 de noviembre de 1843 el periódico La Aurora de Matanzas publica un aviso a los accionistas del empeño Ferrocarril de la Sabanilla, sobre el cobro de una parte del valor de las acciones emitidas.
Los años comprendidos entre 1840 y 1850 resultaron decisivos en el desarrollo de las vías ferroviarias. Los campos matanceros fueron testigos de los enormes caminos ferrocarrileros.
Existieron cuatro compañías establecidas en distintas regiones y estas empresas compitieron por los mejores terrenos. Desde 1837, se estableció la Empresa del Ferrocarril de Cárdenas, en 1839, la del Ferrocarril Matanzas- Sabanilla y la del Ferrocarril de Júcaro y en 1842, la de Coliseo.
Ya en la década del cincuenta Matanzas no tiene rincón, prácticamente, donde no llegue el chispazo del tren. Al finalizar la década, Matanzas está atravesada en su mayor parte por el ferrocarril y ella es una de las cinco localidades cubanas (del Departamento Occidental) a cuyos puertos llega el avanzado medio de transporte.
En 1856, se realizan las primeras gestiones para construir un ferrocarril que debía unir directamente las ciudades de La Habana y Matanzas. Así en 1857, en medio del auge inversionista que vivía el país, quedó constituida la sociedad del Ferrocarril de la Bahía de La Habana a Matanzas, aprobada por Real Orden en 1858.
La nueva línea se extendería entre esta ciudad y Regla y tenía entre sus objetivos atraer hacia La Habana, una parte importante del azúcar que se almacenaba y exportaba en Matanzas y comunicar de manera más rápida y directa ambas ciudades donde estaban ubicados los dos puertos principales de la Isla. Este ferrocarril comenzó a funcionar en 1861.
Interesante
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