Matanzas, ciudad con una geografía
caprichosa, privilegiada -diría yo- lo tiene todo: ríos, valles, una hermosa
bahía y por si fuera poco tiene cuevas, muchas cuevas. Pero hoy no quiero
referirme a los atributos naturales, hoy quiero descubrir sus paisajes urbanos y
específicamente sus calles-escaleras. No, no me equivoco. No me confundí con
Padre Pico en Santiago de Cuba, continúo hablando de Matanzas. Y sí, en
Matanzas también tenemos calles- escaleras. He aquí la historia.
El Patronato Pro Calles de Matanzas fue una organización
dedicada al mejoramiento urbano de la ciudad de Matanzas y se destacó por su
aporte desinteresado a la urbe. El nombre con que se dieron a conocer
públicamente fue Patronato Pro Calles de Matanzas, aunque rápidamente se
identificaron como “Los mil” o “Columna de los mil”. Entre los años de 1942 y
1948, que fueron los de mayor actividad del Patronato, se llegaron a asfaltar
por gestión de este un total de 267 cuadras y se comenzó además la construcción
del Parque Watkin.
Además de la pavimentación, el Patronato se
preocupó por el correcto drenaje de cada una de las cuadras asfaltadas y en las
cuadras de la parte baja de la ciudad hubo de acometer además obras de
alcantarillado para el drenaje de las aguas.
Es en este contexto y como complemento del
parque Watkin es que se realizó la construcción
de la escalera de Jesús María, sin dudas la más hermosa de las calles-escalera
de Matanzas, con una longitud de 120 metros que salva un desnivel de 40 metros
desde la base a lo alto. Posee
121 escalones con 10 terrazas o descansos intermedios, y está dotada de un conveniente
sistema de drenaje pluvial por medio de un alcantarillado lateral.
Esta vía presenta además parterres
intercalados y en su cima un balcón que ofrece una de las más bellas vistas de
la tricentenaria localidad matancera.
Matanzas dispone en total de siete escaleras
insertadas: dos en el barrio Matanzas, y cinco en Versalles. Fueron un invento
tardío y casi periférico, lo que explica que muchos no las conozcan y otros
jamás las hayan recorrido. Su hallazgo puede sorprender gratamente al viajero.
Quien ha visitado la urbe sabe cuánto se agradecen estas escaleras, pues constituyen descanso para quien no está acostumbrado a las elevaciones y se enfrenta a las cuestas propias de la geografía matancera.
Quien ha visitado la urbe sabe cuánto se agradecen estas escaleras, pues constituyen descanso para quien no está acostumbrado a las elevaciones y se enfrenta a las cuestas propias de la geografía matancera.
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